"Estúpido, débil, bastardo, eres el peor error de mi vida, un cobarde, eres
lo peor, eres una mierda, no eres digno de ser mi hijo, si no existieras ella nunca se hubiese ido..." son los únicos recuerdos que tengo sobre mi pasado humano, recuerdos que desearía poder borrar completamente. Quisiera poder decir que mi historia comienza en el Distrito 1 del Rukongai, donde me adoptó una verdadera familia hace ya unos 10 años, un lugar mágico donde conocí lo que es sentirse querido y aceptado, un lugar donde pude desarrollar mi pasión, adquirir conocimiento. Volví a nacer en el Rukongai, entendí que vivía en la sociedad de almas, entendí que las almas tienen un ciclo, aprendí sobre los tipos de almas, hasta sobre el kidoh y los hollow, pero aún no podía entender cómo pueden existir humanos más terribles que los hollow. Los odio.
El Seireitei, la corte de los esíritus puros, sólo en aquel lugar podría acceder a un conocimiento más profundo sobre la naturaleza de las cosas, tal vez allí podría por fin comprender a mi padre real. Nunca he sido fuerte, mi padre me lo restregaba en la cara a diario, pero tuve la suerte de tener la inteligencia necesaria para comprender la naturaleza del kidoh, razón por la que me aceptaran en el escuadrón 12, era una de las pocas almas del rukongai capaces de practicar kidoh en nivel básico sin entrenamiento previo, solo por medio de mi autoaprendizaje.
Ahora tengo acceso a mayor información y tengo contacto con personas que tienen objetivos claros, al igual que yo. Puedo proteger a los humanos de los hollow, pero aún no puedo protegerlos de los humanos. A veces siento que debiera dejar que los hollow se alimenten de las almas de aquellos malditos humanos que no saben valorar lo que tienen, pero soy un shinigami, mi misión es acabar con los hollow... sin embargo, mi verdadero objetivo es llegar a comprender la verdad del universo, pienso que los hollow existen en este mundo por alguna razón, tal vez sea para hacer que los humanos teman y valoren al fin sus vidas. Debo proteger a los humanos, pero a la vez me gustaría acabar con ellos. Vaya dilema...